A este lado de la frontera
Sobre La Pista cae el sol, pesado, y apenas se levanta el polvo, que es mucho y está como agarrado a la tierra por el calor. Las casas están construidas con lo que se encuentra, son más refugios que casas; forman pequeñas sombras para escapar de los cuarenta grados centígrados. Bajo un techo de este barrio de Maicao, La Guajira, habla Cristina Isabel Fernández, con voz despreocupada, como si no tuviera veintidós años y llevara cuatro años lejos de su país, Venezuela, viviendo en el asentamiento de “La Pista”, al que llegó porque sus tías le dijeron que aquí podía encontrar mejores condiciones;
“Vente que aquí tienes servicios de salud, te atienden gratuitamente, podrás estudiar o encontrar un empleo”, le dijeron, y ella vino.
Habla tranquila y sonríe, como si no tuviera, además, una hija de un año, Krisbely, y un bebé de meses. Y entonces, quizás, esa expresión suave se debe a lo que de este lado de la frontera ha encontrado.
“No ha sido fácil, pero ya me acostumbré, y unas vecinas me dijeron que llevara la niña a Operación Sonrisa Colombia, que porque allá me le hacían el procedimiento del labio y el paladar hendido”, dice.
Y la llevó y así fue. Es una niña llena de amor, espectacular, cuenta su primo. Él le ayuda con lo que necesite, porque a veces el bebe necesita toda la atención de su mamá y él se queda con Krisbely en casa para recibir las visitas del equipo multidiciplinario de Operación Sonrisa Colombia, allá donde la atienden sin fronteras. Isabel Cristina cuenta que el doctor nunca se olvida de ellas y que a su hija la van a operar pronto, cuando se le pase una gripa que tiene, y en La Pista sopla una brisa leve que levanta con esfuerzo el polvo dorado de La Guajira.
No deja de ser un nombre oportuno para un barrio al que llega una fundación que trabaja sin fronteras, sin pasaportes.
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